Cath Collins

Cath Collins, PhD Directora, Observatorio Justicia Transicional UDP

Carta en apoyo de la nominación del Sr. Roberto Garretón Merino
al Premio Nacional DDHH Chile 2020

Chile, 26 de mayo del 2020

De mi mayor consideración:
Conocí a don Roberto Garretón hace aproximadamente dos décadas, en el transcurso de mis funciones como académica de la Universidad de Londres, y Fellow de Chatham House. Llegue a él por múltiples recomendaciones, siendo que toda persona relevante, coincidía en mencionar su nombre como un referente imprescindible para comprender el campo de los DDHH en Chile, en lo particular, si bien no exclusivamente, en lo relativo a la búsqueda incansable de justicia por las violaciones a los DDHH cometidas durante la dictadura. Desde un principio fue llamativo el amplio abanico de personalidades, de todos los ámbitos, tanto profesionales como activistas
de base, que hacían referencia a don Roberto en los términos más cálidos, y de respeto por su trayectoria, aporte, seriedad, y labor.
Cuando lo conocí en persona, laboraba en el ACNUDH: siendo aquello solamente una más, de las múltiples capacidades en que ha dejado enaltecido el nombre y la reputación de Chile en el ámbito diplomático y de DDHH regional e internacional. Otras de ellas incluyen, por supuesto, su magnífico aporte a la Vicaría de la Solidaridad, pero también su trabajo posterior en la ONU y en causas nacionales tales como la campana para el Ombudsman. En los años posteriores a ese primer encuentro, me ha tocado asistir y/o presentar en muchos foros en que don Roberto ha estado presente. Dichas oportunidades han servido para constatar del enorme respeto y afecto que en América Latina en general se le tiene, como referente de lo mejor que Chile ha producido, en su adherencia inclaudicable a los principios del derecho y los derechos humanos, el humanismo y la defensa honrada y pacífica de los más altos valores humanos.
Su compromiso fiel, profesional, pero además sincero, duradero, cariñoso y sencillo con las y los sobrevivientes y familiares, y activistas de tiempos de la dictadura es uno de los aspectos más admirables y destacados de su persona. Son muchas las veces en que, caminando por Santiago
con el – y no en contextos de actividades de DDHH – se nos han acercado transeúntes con un apretón de manos, un “te acuerdas de mí, ayudaste a mi padre durante la dictadura” …. o incluso, en una inolvidable oportunidad “Ud. me salvó la vida y por fin puedo darle las gracias”
Su energía y gusto imparable por la vida, su vigor y dinamismo son otras características inconfundibles de don Roberto, quien es conocido, citado, y reverenciado en Chile y fuera de ello. Ahora que soy catedrática en dos continentes, me impresiona cada vez más, el hecho de que en cada rincón del planeta al que me ha tocado viajar, nunca falta algo o alguien que me habla de Roberto. Hace no mucho, preparando docencia en Europa a través del estudio de un texto académico importantísimo sobre los tribunales penales internacionales ad hoc, halle un capítulo entero de análisis dedicado a su comparecencia, como perito experto ante el tribunal para Ruanda. El capítulo puso énfasis en su procedencia chilena, y de cómo había sabido construir, desde aquella experiencia, puentes para oficiar en forma muy acuciosa como Relator para el Congo.
En El Salvador, país en que he laborado y al cual últimamente he visitado en relación con la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas Desaparecidas, al oír la palabra ‘Chile’ han sido muchas las personas que han consultado por Roberto, a quien conocen por su gran aporte, junto a otros chilenas y chilenos, al proceso post-acuerdos de paz en el contexto de la misión de la ONU. Algo similar me sucedió en Paraguay hace varios años, visitando a la oficina continuadora de su Comisión de la Verdad.
Recientemente, en febrero del 2020, en México, reunida con las y los grandes representantes de la región latinoamericana en materia DDHH, se me acercaron un Comisionado de la Comisión de la Verdad colombiana, luego el presidente de un Comité de la ONU, para preguntar sobre
Roberto y enviarle sus saludos y aprecio. En fin, Roberto es, al parecer, una persona tan querida como es respetada, tanto entre los personajes ‘ilustres’ como en contextos de base.
En Chile, su impacto y aporte a los DDHH en todo tiempo y época es innegable y enorme. La historia de la Vicaria no es completa sin él. Luego, su paso por el Programa de DDHH, la Mesa de Diálogo, la campana para el capítulo chileno del Ombudsman, y la directiva del INDH, han sido
complementada por un sinfín de participaciones en eventos, foros, charlas y convivencias de barrio, siempre a gusto con toda persona, independiente de su clase social, situación de vida o color político. Esta siempre, además, dispuesto a debatir con brío, respeto y claridad, abogando por los mayores valores humanos desde una posición de integridad personal absoluta e
incuestionable.
Hace un tiempo me tocó invitarlo a dirigirse a un equipo de jóvenes voluntarios, quienes realizan apoyo jurídico a una de las principales asociaciones nacionales de familiares. Se me ocurrió que quizás las nuevas generaciones tendrían menor conciencia de la trayectoria y aporte de Roberto.
Pero en los hechos, fue notable ver cómo, en un país en que la conexión entre generaciones se ha ido debilitando, con todas las dificultades que eso implica, Roberto de nuevo representa una excepción. Una tras otra, las y los participantes más jóvenes le honraron y le felicitaron, señalando cuanto habían aprendido de su ejemplo, sobre el aporte social que se puede y se
debe procurar hacer desde la profesión de abogado.
Roberto se merece tanto ese homenaje de las nuevas generaciones, como muchismos más; entre ellos, que el país cuyo nombre ha dejado enaltecido en materia de DDHH en todo el mundo, ahora le reconozca con el Premio Nacional de DDHH. De todos modos, sigo creyendo que, entre las facetas más admirables de este referente profesional, personal y moral, está el hecho de que me consta que el homenaje de esos jóvenes, o el apretón de mano de una persona a quien pudo ayudar, hace tantas décadas, le significa lo mismo o más, que esos honores institucionales y protocolares. Don Roberto es de los imprescindibles, de esa generación que sentó las bases para tantas cosas que hoy tomamos por sentadas. Creo que Chile debería de estar eternamente agradecido de él, y que el otorgamiento de este premio, en este momento de su vida, es tan apropiado como necesario, y enviaría una importante señal, en los tiempos agitados que el país atraviesa, de la importancia de que se promueven los valores y la cultura de los DDHH de manera constante, solida, seria y respetuosa, sabiendo mantener una conversación ‘civilizada’ con toda persona y sector de buena fe.

Cath Collins, PhD

Directora, Observatorio Justicia Transicional, Universidad Diego Portales